miércoles, 19 de enero de 2011

La voz de la indignación. , por Óscar Caballero

La voz de la indignación

ÓSCAR CABALLERO - París. Servicio especial

Este funcionario de la ONU fue uno de los doce redactores de la Declaración de los Derechos Humanos

Hessel pide una insurrección pacífica contra el desprecio al débil, la insolidaridad o la exaltación del dinero

En un París capital del lujo que abre hoteles a 20.000 euros la suite, el regalo más preciado en navidades, fue un librillo de 12 por 21 cm, 32 páginas y precio mini: 3 euros. Sin publicidad. Un éxito fraguado por libreros y público. Indigène, editorial alternativa de Montpellier, obtuvo así su primer superventas: diez impresiones, 850.000 ejemplares, por delante del Goncourt.

Indignez vous! (¡indignaos!) recupera el discurso resistente contra la ocupación alemana. Yel autor es un digno funcionario de las Naciones Unidas, de 93 años y cabellos blancos.

Claro que Stéphane Hessel pertenece a una especie en vías de desaparición, y no sólo desde el punto de vista biológico. Afable, capaz de recitar de memoria decenas de poemas, con el mismo educado fervor defiende a los trabajadores indocumentados y a los palestinos.

El libro, por el que no cobra derechos, celebra el 60. º aniversario de la Resistencia, "cuyo motivo básico fue la indignación". Hessel pretende renovarla: "El poder del dinero, que tanto combatimos, nunca fue más insolente y egoísta, con servidores en las más altas esferas del Estado".

Desbordados por el éxito del libro, sociólogos y políticos parecen evocar a Cocteau: "Cuando una situación le resulte incomprensible - aconsejaba el poeta-finja ser el instigador".

Para Hessel no hay misterio: "La última década del siglo XX fue prometedora, cayó el muro de Berlín, creció la sensibilidad humanitaria y ecológica. Pero los diez primeros años del siglo XXI son de signo contrario: insolidaridad, crisis, abismo entre los más ricos y los más pobres. Y en el caso de Francia, una presidencia que ha exaltado el dinero, las diferencias y ese horrible término de identidad nacional".

Herejías para un hombre cuya vida giró en torno a la cultura, el arte, el amor y la solidaridad. Nacido en Berlín, en 1917, tenía siete años cuando su familia se radica en París, en el cogollo de la vanguardia. Su madre, Helen Ground, escritora y pintora, inspiró la Catherine del trío Jules et Jim,el del inolvidable filme de François Truffaut. Jules era su padre, Franz Hessel, alemán, judío, escritor y traductor. Y Jim, el francés Henri-Pierre Roche, autor de la novela en la que se basó Truffaut.

Nacionalizado francés en 1937, Stéphane fue de los primeros en seguir a De Gaulle. Clandestino en Francia, en 1944 cayó en manos de la Gestapo. Fue torturado y deportado a Buchenwald y, dos días antes del fijado para su ejecución, cambió su identidad por la de un muerto. Huyó, le atraparon, volvió a huir.

Esa vida de regalo y una frase de Sartre - "Sólo es hombre quien se compromete"-le impulsaron a ingresar en las Naciones Unidas: fue uno de los doce redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. "Fue un milagro. Creíamos que no habría más guerras. Se conocían los crímenes de los campos; la vida retomaba sus derechos. Poco después, Corea, las guerras de descolonización, el telón de acero, devolvían beligerancia".

Y que no le digan que son utopías su fe en el derecho internacional, en la paz para Oriente Medio - denuncia la ocupación-,en la posibilidad de un mundo sin violencia...

Hessel, protector de argelinos durante la guerra con Francia y de los sin techo y los extranjeros, hoy, reclama en su best seller "una insurrección pacífica contra el consumo masivo, el desprecio por los débiles, la competencia de todos contra todos".

http://www.sindicat.net/n.php?n=12552

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